La gastronomía de Castilla y León es muy rica y variada. Nos ofrece una gran cantidad de delicias, desde el emblemático cochinillo segoviano o la no menos icónica morcilla de Burgos hasta legumbres con denominación de origen como el garbanzo de Zamora o las abulenses Judías del Barco, pasando por la carne de caza o cualquier otro producto de la tierra. Pero una buena comida solo puede acabar con un postre todavía mejor, y en eso Castilla y León tampoco se queda corta así que te invitamos a descubrir 5 postres castellanoleonenses típicos que no puedes perderte.
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Yemas de Santa Teresa en Ávila
Sin lugar a dudas, son el dulce más representativo de la repostería de Ávila, y no son pocos quienes nos visitan y se vuelven a casa con la maleta llena de yemas de Santa Teresa. Son unas bolitas de color naranja que reposan en una tartaleta de papel blanco, elaboradas con yema de huevo y un almíbar reducido de agua y azúcar con limón y canela.
Se elaboran desde el siglo XIX, aunque su origen no está claro. La teoría más extendida habla de una reminiscencia de la cocina andalusí, mientras que otros apuntan a unos orígenes en el Convento de Santa Teresa de Jesús en Ávila, pero no se ha podido demostrar ninguno de los dos extremos.
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Hojaldres de Astorga (León)
Aunque el chocolate sea el dulce más representativo de Astorga, el postre típico de esta ciudad de León son los hojaldres, un producto que está a punto de conseguir la Indicación Geográfica Protegida de la Unión Europea. En otros puntos de España se conocen como mielitos o milojas de miel, aunque no tienen la misma textura ni el mismo sabor que los de Astroga.
Se trata de un postre muy fácil de elaborar, y son mucho más jugosos que otros tipos de hojaldres. Más allá de la masa para el hojaldre, se elaboran a base de miel, agua, azúcar y un chorro de zumo de limón; y su peculiar color se debe a que se pintan con huevo.
Ponche Segoviano
Que no te engañe por su nombre, no estamos hablando de ningún cóctel ni de ninguna bebida, sino de un bizcocho que tiene un gran éxito en la ciudad de Segovia y que poco a poco se ha ido extendiendo por el resto de municipios de la provincia. Pese a su antigüedad, no se empezó a comercializar hasta 1926.
Se trata de un bizcocho rectangular de harina, huevos y azúcar, que posteriormente se rocía con un jarabe a base de agua y azúcar y se rellena de crema pastelera antes de cubrirlo con una delgada capa de mazapán. Para decorarlo, se echa una capa de azúcar glas sobre el mazapán y se marca con una pieza de hierro al rojo vivo que lo derrite, dibujando unos rombos tostados que le dan su peculiar aspecto.
Mantequilla dulce de Soria
Más allá de la mantequilla convencional que todos conocemos, en la provincia de Soria también nos encontramos con la mantequilla salada y la mantequilla dulce. Esta última es un delicioso postre, con una textura y una untosidad totalmente diferentes a lo que uno espera cuando le hablan de mantequilla, pero con un sabor delicioso.
Se elabora de forma artesanal en los obradores autorizados para comercializarla, y sus orígenes se remontan a hace unos 200 años cuando los ganaderos batían la nata de la superficie de la leche de las vacas sorianas con agua y azúcar. Es muy esponjosa y moldeable, de ahí esa característica forma que suele presentar gracias a la manga pastelera.
Mantecados de Portillo (Valladolid)
Nuestro recorrido por la Castilla y León más dulce acaba en la localidad vallisoletana de Portillo, lugar de origen de unos deliciosos mantecados que también se producen en municipios vecinos como Aldeamayor de San Martín o Arrabal de Portillo, y que casan con todo, desde el vino del vermut hasta con el café después de comer.
Elaborados a base de harina de trigo, manteca de cerdo, vino blanco, azúcar y clara de huevo, los mantecados de Portillo nos ofrecen un interesante contraste de texturas desde la crujiente capa blanca que los cubre hasta el harinoso mantecado del interior, sin olvidar su sabor dulce y el regusto a anís que dejan.